Elogio de la madrugada

Estas horas nos salen al encuentro, como la caída al final de un episodio del río. ¿Qué son?, o mejor dicho, ¿quiénes son estas horas? Podríamos decir que su existencia comienza pasada la medianoche y se extingue cuando el sol cruza la primera ventana. Y sin embargo creo que no hemos dicho nada.
Cierto es que la respuesta a esta pregunta depende del tipo de navegante que seamos. Por ejemplo, están los que deciden que su camino se corta más temprano que tarde y se van a sus camas diciendo con suficiencia “buenas noches, hasta mañana”. O los que son arrastrados por la fuerza de las circunstancias a un lugar que no es el suyo, envueltos en la tragedia, rumiando temas de dolor y sufrimiento. También están los que irrumpen con el estrépito del placer que exige un desvelo enérgico y por el cual los cuerpos revientan, gritan, gimen, balbucean. O finalmente los que entran a estas horas porque quieren contemplar un paisaje, con la misión siempre postergada de descifrarlo
Todos ellos hemos sido nosotros, en uno u otro momento. Desde sus perspectivas hemos visto la madrugada y compartido ciertos retratos predecibles de ella: un territorio prohibido observado desde lejos; un páramo infernal para la condena; un cuarto en penumbras para el ocultamiento de los deseos...
Existe también una concepción distinta, la que guía los pasos de la tribu última, depuración de la noche para tener conciencia de sí misma, mientras el mundo duerme o se turba. Han sido evocados ya, insomnes individualistas que se entregan a una causa perdida pero propia: la curiosidad por la vida, su vida, fuera de la vida, o más certeramente, desde otra vida donde las formas cambian. Un amor al conocimiento de sí mismos los motiva y para ello buscan la tierra escampada de las deshoras.
¿Qué pueden decirnos éstos acerca de la madrugada? Que en ella las horas se deshacen: es la pendiente del tiempo donde las frágiles balsas del día son inútiles, porque más que caer lo que sigue es volar. Si nos acercamos, se escuchará el estruendo de cosas que se precipitan violentamente. Hasta aquí llegaran algunos y está bien, porque en todo caso es bueno saber cuál es nuestro lado del camino.
Pero si se continua, entonces vendrá el silencio en el que esas cosas tomarán su sitio y esperarán su turno para hablar. Los sonidos de la calle llegarán nítidamente, los entresijos de la casa se manifestarán sin ambages, los otros que duermen serán escuchados con atención mientras dan noticia de sus sueños en una lengua desconocida. Pero sobre todo, buscaremos preguntas y respuestas para nosotros mismos, para nadie más. Sí, la madrugada es un campo minado de reflexiones y, con suerte, de revelaciones. Lo esencial puede suceder aquí.
Al menos eso dice también el escritor japonés Haruki Murakami, cuando en su novela Crónica del pájaro que da cuerda al mundo escribe: “A las cuatro de la madrugada, cuando todo estaba en silencio, podía oír cómo crecían las raíces de mi soledad”.
(Este texto fue leído el 19 de septiembre de 2008 en la sección "Merodeos e insanías" del programa Arte y parte, transmitido los viernes, de 13:00 a 14:00 horas, por UFM Alterna Radio UAEM, 106.1 fm.)

Comentarios

andriux dijo…
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
andriux dijo…
mira que post tan adecuado para leer esta noche....
acá andaré de chismosa...

"buenas noches, hasta mañana" XD
clio dijo…
Hola!

K onda, ¿por qué? ya no escribes?
Disfruto mucho tus palabras es como volver a escucharte.

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