La sangre como escritura
Hacia
el año 400 d. C., el poeta español Prudencio escribe el Peristephanon, una obra integrada por poemas dedicados a mártires
del cristianismo. En los textos que protagonizan Santa Eulalia y San Román, las
heridas que reciben sus cuerpos son una especie de escritura en la que puede
leerse su creencia y fe en Cristo. De las heridas como escritura, la metáfora deriva
hacia la sangre vertida como escritura. Este movimiento se registra, por ejemplo, en Calderón
de la Barca, escritor español del Siglo de Oro, que dice que la muerte es la
firma que los mártires escriben con su sangre, en letra roja.
Sobre
ello nos entera Ernst Robert Curtius en su obra Literatura europea y Edad Media latina (FCE, 2012 (1948). Gracias a
él, recuerdo expresiones severas, posiblemente relacionadas, como “la letra con
sangre entra” o “firmar pactos con sangre”, también las acciones de artistas
contemporáneos que escriben o pintan con su sangre lienzos o muros inocentes.
Sin duda, se está ante un tópico que transita de la literatura religiosa a las expresiones
artísticas de la posmodernidad, y que tiene un lugar también en la vida cotidiana
de los hablantes.
Con sorpresa, encuentro una manifestación de este tópico en un acto de la religiosidad popular mexicana de raíz indígena, una práctica ritual en la que la sangre y el papel intervienen como elementos mágicos. El registro documental lo hace Eulogio G. Gillow, obispo de Antequera
(Oaxaca), en sus Apuntes históricos, publicado
a finales del siglo XIX; el relato lo obtengo por intermediación de Hanz Lenz,
quien en su libro El papel indígena mexicano
(SepSetentas, 1973) escribe acerca de este rito practicado por los indios de la
región hacia el año de 1700, que fue calificado
de idólatra junto con otros:
“Actos
similares se efectuaban en las casas o sementeras porque se lograsen bien las
cosechas, pero ponían los ídolos sobre los papeles y los rociaban con sangre.
Para interceder en favor de su salud, ofrecían a sus ídolos papeles de la
tierra —xuchitelmactli—, en lengua chocha huacengni, salpicándolos con sangre de
aves y de sus lenguas ‘en lugar de letras, por no saber escribir”.
De
la Edad Media en Europa a la sociedad indígena de la época novohispana, podemos leer algunas líneas de la sangre
como escritura. Carente de todo fundamento mítico y sentido comunitario, una
escritura con la que actualmente se escribe la historia de las calles mexicanas, y que resulta incomprensible.
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María Campos